Parece ser que los vampiros han empezado a replegarse y a esconderse en sus tumbas (al menos de momento) y la nueva tendencia literaria en literatura juvenil pasa de colmillos, capa y pieles reflectantes, a chicos de mirada vacía, ropa andrajosa y -posiblemente- mal alientos. Los zombies, esos seres antaño despreciados, y desde luego nada deseados, se cuelgan la mochila al hombro para ir a clase, como por ejemplo en la novela Generation dead, aunque los hay que añoran los tiempos de la Hammer y prefieren devorar a los humanos que sobreviven tras un apocalipsis como es el caso de los zombies de Loureiro o Wellington, entre otros, y un perfil quizá más extraño, los zombies de postureo, aquellos que pretenden versionar libros clásicos como es el caso de Orgullo, prejuicio y…zombies. Sí, ni las grandes obras se salvan de esta infestación de muertos vivientes o Personas con diferente factor biótico (leer Generation dead). Lo que está claro es que han venido para comerse el mundo (espero que no literalmente).
Otra tendencia cada vez más marcada es la de novelas distópicas, historias ambientadas en un nefasto futuro posible. Entre todas las obras que van saliendo, se encuentra una de las mejores sagas de los últimos tiempos, según mi criterios, Los juegos del hambre, de Suzanne Collins, en la que los chicos y chicas de 12 distritos son enviados a pelear a muerte en una especie de arena de combate, solo para que los poderosos demuestren de nuevo que ellos hacen las normas. Esta saga (que sigue un poco la estela de films como Battle Royale) combina a la perfección acción, suspense e incluso humor, porque la ironía es algo común en las novelas adolescentes.
Así que, ya sabéi,s guardad las estacas y preparar los lanzallamas y las espadas láser…nos vemos en el futuro.
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