Ayer recibí el cómic The End Of The Fucking World y me duró un suspiro. ¡Es imposible dejar de leer!

James es un sociópata nihilista y peligroso, pero Alyssa se ha enamorado de él y, en cuanto pueden, emprenden su fuga particular dejando varias muertes a su paso. Sus fantasías violentas y el amor que se profesan se funden en un viaje de angustia y miedo, un dramático road trip que remite a películas como Badlands, Corazón Salvaje o Amor a quemarropa.

De una inusitada tensión narrativa, el cómic de Forsman juega con una estética delicada que choca con la extrema violencia de algunos pasajes, el punto de vista de la narración y el diálogo reducido a la mínima expresión, factores que convierten esta historia en un ejemplo magistral de la economía de medios. ¿Cuántas veces la bondad y la maldad física y psicológica de dos hastiados adolescentes se han retratado mejor que aquí?

The end of the fucking world ha sido adaptado para televisión por el director Jonathan Entwistle, con Alex Lawther y Jessica Barden como actores principales. Su seguimiento en el canal Netflix no tiene precedente hasta la fecha.

Lo primero que quiero decir es que me encantó la serie cuando la vi, no dejo de recomendarla.

Las viñetas de este cómic difieren de la ficción televisiva, que amplía la historia e introduce nuevos secundarios, pero conserva toda la esencia.

El cómic resulta más violento, duro, incluso incómodo en algunos aspectos, pero recomiendo leerlo primero y después ver la serie que se basa en él, porque entre ambos completamos el perfil de estos dos personajes tan peculiares.

James y Alyssa destacan por su extraña y, en ocasiones, autodestructiva forma de enfrentarse al mundo, porque en ningún momento muestran interés por integrarse, o al menos eso es lo que sacamos en conclusión al leer el cómic, aunque es cierto que la suerte no les acompaña y van a dar con personas de lo más extrañas y oscuras. También queda patente que ambos adolescentes tienen situaciones personales complejas, algo en lo que la serie de Netflix ahonda un poco más.

Los dibujos son sencillos pero rebosan personalidad y el texto es el necesario para acompañar a los personajes y presentarnos su historia, sin reflexiones extra ni artificios.

Somos los receptores quienes debemos emitir un juicio (o no), pero creo que el cómic busca, además de provocar, llevar al extremo la caricatura de una generación que se ve constantemente obligada a etiquetarse, definirse y encajar en uno de los perfiles aceptados.

James y Alyssa no aceptan las etiquetas, a sí mismos (en cierta medida), ni el mundo que los rodea; el viaje que emprenden, por distintos motivos, esa huida desesperada de sus vidas, es en realidad un camino a la perdición disfrazado de autodescubrimiento, o al menos así lo interpreto yo.

Pese a lo políticamente incorrectos que son, intentamos comprenderlos, porque a su manera sufren, y ese sufrimiento los une en forma de extraña pareja.

Aunque la sucesión de eventos es similar en cómic y adaptación, algunas cosas varían, pero esas modificaciones no alteran la evolución de los personajes ni el ritmo. Por ejemplo, mientras que en la serie James tiene una mano deformada porque la metió en aceite caliente años atrás, en el cómic es la trituradora de casa la que se encargó de mutilarlo.

Por supuesto, algunas tramas secundarias y personajes desaparecen o cambian, en especial todo lo relacionado con las fuerzas de la ley, que aquí tiene un enfoque muy pero que muy interesante...

Cómic recomendado para quienes disfrutaran de la serie y personas que no tengan miedo de adentrarse en una historia diferente y (en ocasiones) incómoda.

Como curiosidad os diré que acaban de confirmar una  segunda temporada en Netflix.