Tras la muerte de todos sus seres queridos, Clara se traslada a un pequeño pueblo de Soria. Allí conocerá a un chico solitario y enigmático que, como ella, huye de un pasado atormentado.

A punto de cumplir diecisiete años, el mundo de Clara se viene abajo cuando, poco después del fallecimiento de su madre, muere su abuela. Como es menor, la justicia dictamina que no puede vivir sola en Barcelona, y es obligada a instalarse con su único pariente vivo, su tío (y ahora tutor) Álvaro, que vive en un pequeño pueblo de la provincia de Soria.

Pero Álvaro, un apicultor al que apenas conoce, le hace saber desde el minuto uno que no es bienvenida. Por eso, Clara le pide que la deje instalarse no con él, sino en una casa semiabandonada que la familia posee en medio del bosque. Necesita, le dice, estar sola para entender su nueva situación y superar el dolor. Es una solución que conviene también a Álvaro: así podrá cumplir con sus obligaciones legales, pero en la distancia.

Sin embargo, vivir aislada en plena naturaleza no es fácil para una chica de ciudad, menos aún cuando la casa empieza a ser el escenario de sucesos inexplicables: ruidos misteriosos, rostros que se asoman a las ventanas en plena noche, alteración del orden de las cosas… Clara tiene la sensación de que alguien la observa.

En esa tesitura, encontrará apoyo en el joven Braulio, que la toma bajo su protección. Sin embargo, todo empieza a cobrar sentido el día que Clara descubre en el bosque a Bosco, un ser bellísimo de apariencia sobrenatural, al que pronto deberá su vida y del que descubrirá que está en posesión de un extraordinario secreto que alguien desea obtener a toda costa.

Bosco, como ella, es un ser atormentado. Como ella, él se ha visto empujado a vivir al margen del mundo. Sólo que, a diferencia de Clara, Bosco no es un recién llegado: lleva allí, evitando las trampas, protegiendo su herencia, muchísimos años.